Una y otra realidad no se oponen.
De hecho la misa es las dos cosas: la fiesta escatológica del reinado de Cristo en su Cuerpo, ya con nosotros, el anticipo del Banquete eterno: ¡es una fiesta! La vida eterna no es sino eso: el banquete eterno servido por el Señor a los suyos, como dirá el evangelio del próximo domingo: «pasa al banquete de tu Señor.» Jesús quiso vincular su eucaristía a este banquete eterno en la propia institución: «Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.», así que la eucaristía es el hilo conductor hacia ese banquete eterno, y de alguna manera lo anticipa.
Pero la misa es también el memorial -no el mero recuerdo, sino la realización en nuestro tiempo- de la Pasión del Señor, acorde con sus palabras: «ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.», y entonces es el sacrificio mismo de la Cruz, no su evocación o su metáfora o su recuerdo, sino su misma realidad.
Jamás deberían oponerse estas dos verdades: una que recupera el pasado en el presente, la otra que realiza en el presente el futuro. Nuestro «ahora», sobre el que siempre tenemos tanta incertidumbre, es habitado por dos certezas completamente firmes: el Sacrificio de Jesús y su Banquete eterno.
La oposición proviene de gente maliciosa, de mentalidad prosaica, que, o bien cree que si la misa está realizada «en alegría», entonces no tiene la suficiente tristeza como para recordar el Sacrificio de Cristo.... ¡pero el Sacrificio de Cristo no es de ninguna manera triste! es alegría del que siembra, porque la cosecha es firme y segura; o bien, cree que si reflexionamos con seriedad en el Sacrificio de Cristo nos privamos de la alegría del Reino... pero la alegría del Reino no es un carnaval, sino la serenidad del que sabe que puede confiar cien por cien en el dador de las promesas, porque aunque tarden, llegan.
Así que por uno y otro lado, dos que parecen opuestos -los que convierten a la misa en carnavales, o los que la convierten en funerales- nos quieren quitar la alegría del Banquete eterno, obtenido de una vez y para siempre en el Sacrificio de la cruz.